Turismo • Balcanes • Oct 2021
Mucho territorio de los Balcanes vivió gran parte del siglo XX como la República Federativa Socialista de Yugoslavia. A final de siglo se desataron distintos conflictos bélicos y el nuevo siglo conoció el elenco final de distintos países con su propia identidad: Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Montenegro, Macedonia del Norte, Serbia y, posteriormente, Kosovo.
Junto a sus vecinos en los Balcanes, Serbia, Montenegro y Kosovo son algunos de los países más desconocidos del continente europeo. Con notables diferencias culturales entre ellos, estos territorios comparten una historia común aún muy patente en las calles de sus pueblos y ciudades. Pero entre unos y otros se encuentran valles, ríos, cascadas, lagos y montañas, majestuosos parques naturales y lugares históricos de un territorio que permite descubrir un impresionante patrimonio cultural y natural fuera de las rutas turísticas habituales.
La agencia de viajes Tuareg propone un viaje de 12 días. En él se puede visitar Belgrado, Podgorica y Pristina, tres capitales muy distintas entre ellas pero con una historia común. Recorriendo sus calles se descubren distintos escenarios y perspectivas sobre la historia de los Balcanes. También se podrá caminar por los espacios naturales más espectaculares de los Balcanes, pasando por los escenarios más bellos de la región.
El recorrido comienza en Belgrado —capital de Serbia—, conocida como "la Puerta de los Balcanes" y una de las ciudades más antiguas de Europa, con una larga historia de invasiones y destrucciones. Se cuenta que ha sido arrasada y reconstruida hasta 38 veces.
Una de las cosas que da a Belgrado una identidad única es su ubicación en la confluencia de dos grandes ríos, el Sava y el Danubio, con paseos populares y muy agradables en sus orillas. Esta es una zona bordeada de parques, salpicada de muchos restaurantes y cafeterías, la mayoría de ellos en barcazas, con impresionantes vistas del río y la ciudad.
Con obras creadas por reconocidos artistas callejeros serbios e internacionales, el distrito de Savamala, ubicado a orillas del Sava, es una zona bulliciosa llena de galerías, centros culturales y cafeterías con música en vivo.
Otra zona que no hay que perderse es Skadarlija, una calle llena de bares y cafés, y punto de encuentro para muchos artistas del país. En uno de los restaurantes de la zona se hace la primera comida del viaje para tomar fuerza y disponerse a visitar algunos de sus lugares de interés como la plaza principal, la calle Knez Mihailo, la fortaleza de Kalemegdan y la antigua ciudadela.
Monumentos e iglesias han dado forma a una ciudad interesante, a través de una mezcla de diferentes culturas e influencias y se han convertido en símbolos de la ciudad por derecho propio: el Víctor, el Monumento al Príncipe Mihailo o el Palacio Blanco, la antigua residencia real de la dinastía Karadordevic, son testigos de la turbulenta historia de Serbia y su capital. La actual Belgrado está repleta de nuevos lugares de reunión urbanos para jóvenes que buscan diversión y eventos culturales y artísticos.
Desde Belgrado se visita también la ciudad de Subotica, con espectaculares edificios modernistas y tras una breve parada en el lago de Pálic —el lago natural más grande de Serbia—, Novi Sad, también conocida como la Atenas de Serbia por su importancia cultural en el país. La capital de Vojvodina, la provincia del norte de Serbia, conquista por su ambiente relajado, su espíritu universitario y ambiente juvenil. Novi Sad en 2019 fue designada Capital Europea de la Juventud y será una de las próximas Capitales Europeas de la Cultura en 2022, junto con Kaunas (Lituania) y Esch-sur-Alzette (Luxemburgo).
Ya en el tercer día de viaje toca entrar en contacto con uno de los grandes atractivos de este recorrido: la exploración de sus riquezas naturales. La ruta lleva al suroeste de Serbia y de camino hay que detenerse en La Puerta del Podrinje, un mirador desde el que se puede observar Bosnia y Montenegro, para seguir hacia la localidad de Bajina Basta, un pintoresco pueblo que servirá de base para explorar el P.N. de Tara y donde llama la atención la curiosa Casa en la roca, una casa en medio del río que se ha convertido en uno de los iconos del río Drina.
El recorrido caminando por Tara permite disfrutar la vasta extensión del bosque, el impresionante cañón del río Drina, los lagos artificiales y la diversa flora y fauna que se combinan para crear algunas escenas realmente cautivadoras en el monte. No hay que perderse uno de los miradores más impresionantes de Serbia, el Banjska stena, que ofrece unas majestuosas vistas del cañón del río Drina.
Queda todavía mucho por ver en el Parque Nacional Tara, como el pequeño lago Jarevac y el Monasterio de Stanovi, terminando en el mirador de Crnjeskovo, con vistas maravillosas a la garganta del río Raca, el valle del Drina y la población de Bajina Basta. Tras la caminata, se continúa hacia Mokra Gora para tomar el tren argan eight, inaugurado en 1925 para conectar los pueblos de la zona salvando las montañas, uno de los momentos más emotivos del viaje.
Tras un largo periodo fuera de servicio, hoy ya es posible realizar un tramo de su trayecto total, atravesando 22 túneles a través de montañas y valles espectaculares. Una vez finalizado el trayecto, se visita Drvengrad, una recreación de un típico pueblo de montaña serbio.
Tras unos breves trámites fronterizos se penetra en Montenegro y casi enseguida se contempla el puente de Djurdjevica Tara, cargado de historia que cruza el río Tara, en un entorno maravilloso, para poco después llegar a Durmitor, el mejor escenario de bienvenida a Montenegro.
Altos riscos especialmente el macizo Durmitor, que le da nombre, bosques, profundos cañones, lagos y cuevas glaciares, como la célebre Cueva de Hielo, se reúnen en esta reserva natural Patrimonio de la Humanidad que ocupa el interior montañoso del país.
El Parque Nacional Durmitor es una de las mayores colecciones de paisajes donde se unen una masa asombrosa de lagos relucientes, cimas de montañas espectaculares, vegetación verde y el cañón más profundo de Europa. Unos cincuenta picos cuya altura supera los 2.000 metros sobre el nivel del mar se elevan sobre mesetas, prados alpinos y bosques que cubren el paisaje.
Una impresión especial es la creada por 18 lagos glaciales, llamados "ojos de montaña", ubicados a 1.500 metros sobre el nivel del mar. El más grande y bello es el Lago Negro, con un paisaje impresionante y el pico gigante Meded, sobre el lago.
Los elementos más dramáticos del espectacular paisaje de montaña son los profundos cañones de los ríos, sobre todo el famoso desfiladero del río Tara, que con 78 kilómetros de longitud y 1300 metros de profundidad, hacen de él el más profundo de Europa y el segundo del mundo tras el Gran Cañón del Colorado.
El río Tara es quizás uno de los últimos oasis de naturaleza intacta, caracterizado por sus aguas cristalinas, por lo que a menudo se le llama "La lágrima de Europa".
Después de la inmersión de naturaleza y caminatas de estos días, toca de nuevo ambiente urbano en el sexto día de viaje. Podgorica —capital de Montenegro—, se sitúa como Belgrado en la confluencia de dos ríos, en una llanura con las montañas ya lejanas cerrando el horizonte.
En el centro histórico destacan la Catedral de la Resurrección de Jesucristo —con sus espectaculares pinturas interiores y esculturas en el interior—, el puente Milenium —que une las dos riberas del río Moraca— y el símbolo de la ciudad —la Torre del Reloj—. Se visita también la plaza Becir Beg Osmanagic y la plaza Republica. El barrio otomano de Stara Varos con su mezquita y el castillo de Tvrdava Ribnica es una de las zonas más bellas de Podgorica.
Tras las visitas se encaminan hacia Kolasin. En ruta se para a conocer el Monasterio de Moraca —joya del arte sacro ortodoxo que antaño se ocultaba en el cobijo que le proporcionaba el cañón que lleva el mismo nombre—, ahora accesible por carretera. A última hora, se llega hasta Kolasin, a las puertas del P.N. Biogradska Gora, una de las joyas de Montenegro, al que se dedica todo el día siguiente.
En 4x4 se sube hasta el inicio de la próxima caminata, a 1800 m de altitud hacia algunos de los picos más altos de Bjelasica; el Troglava (2072m), el Zekova Glava (2117m) y el Crna Glava (2139m). A lo largo de la ruta se pasa por uno de los miradores más espectaculares de Bjelasica, en el que se pueden ver todas las montañas circundantes y se llega a un mirador desde donde disfrutar de una gran vista sobre tres lagos de montaña: Pesica, Ursulovacko y Sisko.
El centro del Parque Nacional de Biogradska Gora lo ocupa un lago glaciar al pie de la montaña Bjelasica que es el más grande y el más famoso de los siete diseminados por este espacio protegido. De aguas cristalinas, tiene una profundidad máxima de 12 metros y es apto para un tranquilo paseo en barca.
Ya en el octavo día de este fantástico viaje se sale de Kolasin para entrar en Kosovo —el país más nuevo de Europa—, una tierra fascinante en el corazón de los Balcanes que recompensa a los visitantes con sonrisas de bienvenida, encantadoras ciudades de montaña, increíbles oportunidades de senderismo y monasterios con cúpulas del siglo XIII, rodeados de arte medieval.
Kosovo no puede integrarse en la ONU al no ser reconocido por China y Rusia —miembros permanentes del Consejo de Seguridad— ni es reconocido por unos noventa países como país independiente de Serbia. Pero es un territorio perfectamente seguro y sigue siendo uno de los últimos destinos verdaderamente singulares en Europa.
Tras los trámites fronterizos se continua hacia las cascadas del Drin Blanco, en donde se explora la zona hasta llegar a la cueva en la que antiguamente nacía este río. Luego de la comida en un restaurante a orillas del río Drin se continúa trayecto hasta Peja, una pequeña y curiosa ciudad a las puertas del P.N. Bjeshket e Namuna, con un antiguo bazar otomano reformado.
A las afueras de la ciudad se visita el Patriarcado de Peja, con unos frescos que representan la máxima expresión del arte medieval serbio.
El día siguiente se dedica por completo al parque nacional Bjeshket e Namuna, al que se llega por una carretera espectacular que atraviesa el Cañón de Rugova. El valle serpentea hacia el oeste desde Peja y va elevándose poco a poco hacia la frontera con Montenegro. Una serie de carreteras estrechas entran y salen de esta ruta principal, dando acceso a pastos altos de montaña, lagos glaciares y bosques de cuento de hadas.
Este día se tiene la oportunidad de realizar una de las mejores etapas de la famosa Vía Dinárica. Saliendo desde el alojamiento, el grupo se adentra en el bosque por un sendero trazado entre la frontera de Kosovo y Montenegro, para terminar en un lago en el que, en los días de verano puede darse un chapuzón y cruzar, literalmente, la frontera de estos dos países a nado.
Cerca del final del viaje, toca visitar Pristina, la capital del territorio Kosovar. Pristina es una ciudad con una historia viva —algo que queda patente en cada rincón de sus calles— y que está cambiando a toda velocidad, llena de optimismo y potencial, con sus calles atestadas de tráfico y sus dispares estilos arquitectónicos.
Es una ciudad abierta y cosmopolita, con un gran paseo con modernos bares y cafés y un pequeño mercado de fruta. En el centro, se visita la mezquita del Sultán Mehmed Fahtih, construida en 1461, ocho años después de la caída de Constantinopla, con bellas decoraciones florales pintadas y arabescos que adornan las paredes y el techo, y la estatua de Ibrahim Rugova.
De camino al final del viaje, en Tirana (Albania), todavía hay tiempo de visitar otra de las joyas de Kosovo, Mirusha Waterfalls, una cadena de cascadas que se encuentran en el río Mirusha, situado en el sur de las montañas Gremnik.
El río Mirusha grabó un cañón de 10 km de largo y creó 13 lagos fluviales con 12 cascadas entre ellos. La cascada con la mayor altura es la que se encuentra entre el sexto y el séptimo lago, y tiene 22 metros de altura. Estas cascadas entre los lagos, junto con el impresionante paisaje y las rocas y cuevas alrededor de las cascadas, forman una vista abrumadora y presentan una atracción turística especial.
Por la tarde de este último día se llega a Tirana, apenas con tiempo de echar un vistazo a la capital de Albania, de moverse entre reliquias otomanas eitalianas, en un trazado de bulevares flanqueados por minaretes, murales socialistas y curiosas obras arquitectónicas que no se encuentran en ningún otro sitio. Al día siguiente, el duodécimo de viaje, se regresa a España. • Oct/21
Turismo • Francia •
Las ventajas de viajar en tren hacia Francia desde España son evidentes, sobre todo a destinos franceses en los cuales no hay conexión aérea directa: se viaja de centro a centro de las ciudades, el tren es seguro, directo y rápido, sin esperas; se disfruta y se aprovecha el tiempo de viaje; se pueden llevar hasta tres maletas... y además es un transporte ecológico. A continuación se destaca, en breve, lo mejor de estos destinos:
Visitar a Cézanne en Aix-en-Provence
Iluminada por un clima privilegiado, Aix es una ciudad en la que la elegancia sale al encuentro del visitante en sus calles y plazas animadas.
Aquí la historia es un escenario en el que cada día se asocian los placeres de las compras y la nobleza del patrimonio, la tranquilidad de una terraza y sus tesoros arquitectónicos, los paseos sin rumbo por la ciudad y las maravillas barrocas.
Cada fuente guarda sus propios secretos, cada mansión atesora sus propios relatos. Las bastidas se visten con parques y jardines, como hace siglos. Imprescindible visitar a su hijo predilecto, Paul Cézanne, el padre de la pintura moderna, y conocer los lugares donde vivió y creó, como su Taller con sus objetos más personales, los modelos de sus últimos bodegones, sus muebles, su material de trabajo...
“Sur le pont d'Avignon”
Capital de la Cristiandad en la Edad Media, Aviñón ha conservado de su historia un patrimonio excepcional inscripto en su mayoría en el Patrimonio Mundial de la Unesco: el Palacio de los Papas y el Puente de Avignon; la plaza del palacio con la fachada barroca de la Casa de las monedas, la fachada del "Petit Palais" y la catedral de "Doms", así como las murallas desde el jardín de "Doms" hasta el Puente.
El Palacio de los Papas simboliza el esplendor de la Iglesia en el Occidente Cristiano del siglo XIV. Construido a partir de 1335 en menos de veinte años, es principalmente la obra de dos Papas constructores, Benedicto XII y su sucesor Clemente VI.
El puente Saint Bénezet de Aviñón es uno de los vestigios más importantes de la historia de Aviñón y es conocido en el mundo entero gracias a su famosa canción, que se remonta al siglo XV. Fue construido a partir del siglo XII, varias veces destruido por las crecidas del Ródano y definitivamente en el siglo XVII. Clasificado en el Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Dos Patrimonios de la Humanidad en Carcasona
Con sus 2.500 años de historia, Carcasona tiene el privilegio de poseer dos monumentos inscritos en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO: la ciudad medieval, situada en la ribera derecha del Aude, que es única en Europa por su tamaño y su estado de conservación. Su historia está marcada por 2000 años de conquista y la huella del catarismo y sus cruzadas, consta con 52 torres y dos recintos concéntricos que totalizan 3 kilómetros de murallas. Además, el Canal du Midi, obra de Pierre-Paul Riquet realizada en el siglo XVII para unir el Atlántico con el Mediterráneo, que antaño se utilizaba por el transporte de mercancías y personas, está hoy frecuentado por numerosos aficionados a la navegación y turistas. Esclusas, puentes, acueductos, puentes-canales recorren los 240 km de vías navegables, demostrando una proeza técnica así como la belleza de una obra de arte. Las riberas del canal, antiguos caminos de sirga bordeados con árboles constituyen una auténtica ruta turística, ideal para el senderismo y circuitos en bici.
Marsella, fiel a su pasado, apuesta por el futuro
Desde que fuera elegida como Capital Europea de la Cultura en 2013, Marsella está conociendo una dinámica de construcción sin precedentes. Los arquitectos contemporáneos más importantes están redibujando el perfil de la ciudad.
Sobre las huellas de su pasado, Marsella recompone el rostro de su futuro. Sin duda, el principal proyecto es Euroméditerranée, nacido en 1996 como la mayor operación de acondicionamiento y de desarrollo económico de Estado desde la construcción del barrio de negocios La Défense en París, cuyo objetivo es modelar todo el sector urbano que se extiende desde la Joliette hasta el barrio de la estación Saint-Charles.
Esta es la Marsella del mañana, pero la ciudad, la puerta de la Provenza, es la más antigua de las ciudades francesas con 26 siglos de historia y la segunda en tamaño tras París. El patrimonio natural de Marsella es excepcional: numerosos parques, verdaderos pulmones verdes, están situados en pleno centro y se convierten en unos oasis de frescor cuando el sol pega demasiado fuerte.
A unos kilómetros del Viejo Puerto, se encuentra el macizo de las Calanques, declarado Parque Natural Nacional y que permite durante todo el año practicar deportes en plena naturaleza. Una docena de museos presentan colecciones variadas, desde la Antigüedad al arte contemporáneo, y numerosas galerías exponen artistas de reconocido talento o jóvenes en ascenso.
La nueva Montpellier de los grandes arquitectos
Tierra del sur, ciudad de tesoros patrimoniales y contemporáneos, Montpellier es una encrucijada mediterránea, un destino de carácter y de excepción. De sus callejones medievales ideales para las compras, a los nuevos barrios que combinan espacios naturales y construcciones firmadas por grandes arquitectos internacionales, pasando por sus nuevos tranvías con el diseño firmado por Christian Lacroix... En los últimos años, Montpellier ha conocido un fuerte desarrollo. Barrios enteros han sido construidos de la nada, desplazando de hecho el centro de la ciudad hacia el sureste, en dirección al mar. Antigone de Ricardo Bofill, las orillas del río Lez, Port Marianne y el proyecto más emblemático: el nuevo ayuntamiento de Jean Nouvel y François Fontès, una inmensa pieza urbana formada por un edificio monumental. Unos barrios a descubrir durante un viaje en tranvía o a pie, por los amplios espacios para el paseo de los alrededores. Lo extraordinario, sí, pero no sólo. Junto a estas grandes firmas y a los ambiciosos proyectos de desarrollo sostenible, Montpellier cultiva un gusto por la sencillez y reivindica sus ganas de hacer redescubrir lo más sencillo.
Narbona: festiva, cultural... gastronómica
Un paseo por Narbona, ciudad de arte y de historia, es un verdadero viaje por el pasado. Cada calle del centro de la ciudad es testigo de una historia fuerte y rica. Antigüedad, Edad Media, Renacimiento, los 2.132 años de la ciudad han dejado una herencia patrimonial magnífica que diferentes museos permiten descubrir en detalle, como su colección única de pinturas romanas. La ciudad tiene también un gusto innegable por la fiesta a través de animaciones y eventos gratuitos y de calidad para todas las edades...
De semejante inventario se deduce que Narbona bien vale una visita. Es también un buen ejemplo del arte de buen vivir. El centenario mercado de abastos de Narbona ofrece a todos los gastrónomos una cuidada selección de productos regionales: aceitunas, miel, tomillo, romero, ostras, sardinas, así como también vinos con denominaciones de origen e indicaciones geográficas.
Imprescindible una comida o cena grandiosa en Les Grands Buffets la mayor oferta gastronómica de Europa en un solo lugar, más de 300 platos al precio único de 32,90 euros.
Nimes, ciudad romana que busca el arte contemporáneo
Situada entre la Provenza y el Languedoc, a la vez festiva y secreta, arraigada en sus 2.000 años de historia y orientada hacia el futuro, Nimes es única.
A lo largo de todos estos siglos de historia, arquitectura, arte y pasiones la ciudad ha sabido forjar un tesoro de gran riqueza que colma las expectativas de todos los visitantes, por exigentes que sean. En Nimes, el agua y la piedra mantienen una relación íntima, como la de la fuente del dios Nemauso, que encontramos en los orígenes de la ciudad, el acueducto de Nimes con el Puente del Gard, y la próspera y edificante industria del textil...
Establecida en medio de la naturaleza y acunada por el sol meridional, Nimes disfruta de una calidad de vida excepcional. Terrazas, plazas, jardines, fuentes, gastronomía... el conjunto posee un encanto irresistible. Hoy la ciudad mira hacia al futuro gracias a la realización de audaces proyectos urbanísticos y arquitectónicos que han sido encargados a los más grandes creadores.
Perpignan, en las “afueras” de Barcelona
A poco más de una hora desde Barcelona, Perpignan es la primera ciudad francesa que descubrir gracias a los trenes de alta velocidad. Orgullosa de su identidad catalana y de su alma festiva, Perpignan recibe con todo su carácter auténtico y original de ciudad mediterránea del sur de Francia, en “el centro del mundo”, como decía Salvador Dalí.
Entre el mar Mediterráneo y la montaña de los Pirineos, el sol brilla más de 300 días al año. Pasearse a lo largo de los muelles, entrar en un museo, descubrir o redescubrir durante una visita guiada las riquezas del patrimonio de la ciudad, sentarse en la terraza de un café, maravillarse delante de las fuentes...
Descubrir Perpiñán es la garantía de disfrutar de numerosos acontecimientos culturales que durante todo el año dan ritmo, impulsan y exaltan el carácter artístico de esta ciudad mediterránea festiva y acogedora. Al deambular por su centro pintoresco te dejarás fascinar por los sabores, aromas y colores de su terruño singular y cautivador. Al contacto con sus habitantes, sus comerciantes y restauradores, Perpiñán te revelará todas sus riquezas.
Valence, puerta hacia el sur
La hermosa localidad provenzal de Valence Romans extiende a orillas del Ródano sus barrios antiguos y sus canales, y seduce por su agradable estilo de vida, con terrazas a la sombra de los plátanos y deliciosas especialidades gastronómicas.
El centro de la ciudad vieja alberga destacados edificios: la catedral de Saint-Appolinaire, construida en el siglo XI y consagrada en 1095 por el papa Urbano II, y la Casa de las Cabezas (1530) de estilo gótico flamígero y que debe su nombre a la presencia de numerosas cabezas esculpidas en su fachada.
El Museo de Bellas Artes de Valence, situado en el antiguo palacio episcopal (siglo XVIII) ofrece una colección variada y de gran riqueza: arqueología prehistórica y galorromana, mosaicos de los trabajos de Hércules y de Orfeo, pinturas del siglo XVIII al XX y la más importante colección de obras de Hubert Robert (1733-1808), incluyendo 100 dibujos a la sanguina. Valence cuenta con abundantes mercados y especialidades gastronómicas, como el “Suisse”, monigote hecho con masa pastaflora y perfumado con naranja confitada, y la célebre “caillette”, un pequeño paté, sabrosa mezcla de carne de cerdo y hierbas, el cordero de los Prealpes, el queso “tomme” y los melones aromáticos. • 5/17
Enrique Sancho
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A medida que uno avanza por los bosques y lagos cubiertos de nieve de la Laponia finlandesa con el único ruido de los jadeos de los perros y el crujir del hielo, la mente se relaja hasta olvidar cualquier tipo de rutina. Esta experiencia refrescante no implica pasar frío, ya que la indumentaria térmica va incluida en la excursión.
Más de 100 centros ofrecen en el norte de Finlandia la agradable experiencia de dar un paseo en trineo tirado por huskies.
Estos perros eran antiguamente la única manera de transporte en el Ártico, una práctica que empezó hace 4.000 años, y ahora se han convertido en una de las actividades estrella para adentrarse en la naturaleza salvaje de las regiones de Rovaniemi, Kuusamo o Ranua, en la Laponia finlandesa.
En las excursiones turísticas estos simpáticos animales esperan moviendo la cola hasta que los participantes se enfundan el traje térmico que les aísle del frío. Se prepara el trineo, encabezado por un grupo de 4 a 8 perros, y comienza la aventura a velocidades que llegan hasta los 50 km por hora, aunque eso lo decide el viajero o el guía que lidere la expedición. Existe la posibilidad de contratar desde rutas de una hora a safaris más extensos de hasta cinco días en los que se tiene la oportunidad de hospedarse en ‘lodges’ en medio de la naturaleza y preparar comidas en hogueras al aire libre.
En 2008 se creó una asociación para representar a los empresarios del sector, un gremio que acoge tanto a los conductores de trineos como a los huskies que tiran de estos particulares “vehículos” de milenaria tradición.
Más información sobre paseos en trineo: VisitFinalnd • SafarisHusky Karde • Safaris Ranua Wildlife • Safaris Ruka • Saija • Rukapalvelu • Campo Oulanka
Turismo • Francia • Viajes en el tiempo • 2017
Castillos, abadías, leyendas y gastronomía en la región francesa de Aude
Se les llamó herejes, maniqueos, gnósticos... se les rechazó, excomulgó y persiguió hasta exterminarlos. Todo porque creían que el bien era Dios y el mal el diablo, porque rechazaban el mundo material y predicaban el ascetismo.
Abdicaron de la pompa de la iglesia y ensalzaron un tipo de relaciones donde la solidaridad, el amor, la convivencia y la belleza fueran un pretexto para vivir.
En esencia era la práctica del cristianismo más puro que tomaba como referencia el Nuevo Testamento. Nada muy complicado en los tiempos de hoy, pero absolutamente inaceptable en los siglos XII y XIII. Y menos para personajes tan estrictos como el papa Inocencio III o el rey de Francia Felipe II Augusto.
Intentaron por la buenas que los cátaros, a los que también llamaban albigenses, abjuraran de su creencia y allí llegaron Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Asís para convencerlos, pero todo fue inútil. Entonces, lo hicieron por las malas.
El Papa que ya había iniciado la cuarta Cruzada en Tierra Santa, emprendió otra mucho más cerca, en tierras de Languedoc, en el sureste de Francia. Les costó tiempo y duras batallas, pero finalmente en 1255, los hombres del rey de Francia ocuparon el castillo de Quéribus, que había seguido acogiendo a creyentes cátaros. Con esta conquista terminaron las campañas militares contra los albigenses.
Antes de eso, los cátaros buscaron refugio en castillos y fortalezas como Montségur, Peyrepertuse, Quéribus, Carcasona, Termes, Puyvert, Puylaurens... En ellos sufrieron y perecieron y, de un modo real o imaginario, sus espíritus aún rondan por allí.
La mayoría de estos castillos son sólo ruinas, pero no cuesta imaginarlos en su papel de celosos guardianes celestiales de lo que ocurría en la tierra, y a los cátaros viviendo en ellos según sus estrictas normas, tocando el cielo con las manos y con los pies separados del suelo. Fueron largos años de lucha feroz, caracterizados por asedios y batallas, matanzas y represalias, masacres y torturas; largos años iluminados tan sólo por los oscuros resplandores de las hogueras en las que quemaban a los herejes.
Como otras muchas herejías y creencias, el tiempo habría hecho olvidar a los cátaros, salvo por su tesoro del que nunca más se supo y que contenía, entre otras cosas, nada menos que el Santo Grial, ése que sólo en España se disputan Montserrat, León, Lugo y Valencia.
Y así ocurrió en casi todo el mundo. Pero no aquí, en esta tierra del Midi francés, a un paso de Cataluña y el resto de España, que hoy ocupa el departamento de Aude en el Languedoc- Roussillon, y que no solo no los ha olvidado sino que ha retomado su nombre como marca turística: “Pays Cathare”.
En el corazón de Languedoc, entre Cabardès y el litoral mediterráneo, está Aude, una tierra con un rico patrimonio, del que dan testimonio la famosa ciudad fortificada de Carcasona, la ciudad histórico-artística de Narbona, los castillos del País Cátaro, como Peyrepertuse y Quéribus, las abadías de Fontfroide y Lagrasse o las esculturas románicas del maestro de Cabestany que adornan algunos edificios religiosos... Y si se busca naturaleza, se puede disfrutar de un paseo por la Montaña Negra o por el Parque Natural Regional de la Narbonesa en el Mediterráneo para contemplar unos paisajes vírgenes y preservados, antes de practicar algún deporte acuático y descansar en las playas de arena fina de las seis localidades playeras de Aude.
Narbona, mucho por descubrir
Seguir la ruta de los cátaros es una buena forma de descubrir esta región, pero no la única porque hay mucho que ver. Tal vez el mejor comienzo sea Narbona, adonde se puede llegar directamente en AVE desde España. Es una ciudad pequeña y tranquila, fácil de pasear, que fue residencia de los reyes visigóticos y sede episcopal. Tiene el honor de ser la primera ciudad romana fundada fuera de Italia.
Con apenas 60.000 habitantes, esta pequeña ciudad lo tiene todo: una larguísima historia que se proyecta hasta los romanos, un estilo de vida moderno en un entorno medieval encantador, un ritmo apacible, sitios Patrimonio de la Humanidad y un estupendo mercado donde disfrutar de su cocina.
En pleno centro histórico, hay dos edificios, declarados Monumento Histórico, de obligada visita: la catedral de San Justo y San Pastor y el palacio de los Arzobispos. La inacabada catedral de Narbona (siglos XIII-XIV), conserva un coro espectacular que, con sus 41 metros en la bóveda, es el coro gótico más alto del sur de Francia. En la capilla axial hay un espléndido retablo de piedra policromada del siglo XIV.
La sala del Tesoro, por su parte, muestra una rica colección de piezas de orfebrería, tapices y objetos litúrgicos. El antiguo palacio de los Arzobispos es la sede del ayuntamiento, el museo de Arte y el museo Arqueológico, y hay que recorrer las diferentes partes que lo componen: palacio viejo de origen románico, torreón Gilles Aycelin, palacio nuevo de estilo gótico, torres de San Marcial y de la Magdalena.
Construido entre finales del siglo XIII y principios del XIV, el torreón ofrece desde su terraza superior una vista panorámica de Narbona, el litoral, Les Corbières y los Pirineos. Junto a los dos monumentos discurren las callecitas del centro histórico con bellos ejemplos de arquitectura del siglo XIX, de la época en que Narbona ganó prosperidad gracias a los viñedos que se fueron extendiendo en su comarca y a la llegada del ferrocarril para poder transportar las cada vez mas abundantes cosechas y producción vinícola.
Y por estas calles se llega al Puente de los Comerciantes, uno de los poco puentes habitados de Europa y con una larga historia comercial sobre esta vía que unía el centro aristocrático de la ciudad con el burgo o barrio popular del otro lado del canal. Aquí discurre un tramo del Canal de la Robine, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que atraviesa la ciudad de Narbona y se constituye en un eje principal para la visita de la ciudad.
Es también una oportunidad de realizar una visita distinta: se pueden alquilar pequeñas barcas para remar por el canal atravesando los varios puentes que lo cruzan, también realizar una visita fluvial para conocer Narbona desde otro punto de vista, y hasta disfrutar una cena a bordo mientras la ciudad va encendiendo sus luces al anochecer.
Y caminando por la ribera del canal se llega a un lugar ineludible en cualquier visita a una ciudad: el Mercado de Abastos, que tiene un gran valor arquitectónico ya que se trata de un hermoso ejemplo de estilo Baltard, típico de finales del siglo XIX cuando se abrió Les Halles en París, como se le conoce también en Narbona.
En los puestos se encuentra todo tipo de productos de la tierra de la comarca: frutas y verduras frescas, carnes y pescados, aceite de oliva y embutidos, algunos de los quesos más ricos de Francia, vinos para todos los bolsillos y exquisitos dulces.
Es toda una tentación sentarte, como hacen los locales, en una de sus barras frente a una fuente de ostras y una copa de champagne. Claro que si se trata de comer bien –y mucho– es imprescindible acudir a Les Grands Buffets un gigantesco restaurante situado en las afueras de la ciudad que es ya un icono de Narbona y que tal vez reciba más visitas que la propia catedral.
Les Grands Buffets invita a revivir una experiencia en vías de desaparición: el festín clásico francés en forma de bufets repletos de manjares excepcionales. Más de 300 platos diferentes se ofrecen en cantidad ilimitada al comensal que puede acudir a los diferentes bufets cuantas veces quiera y todo por un precio único de 32,90 euros.
Ahí está todo lo que se pueda soñar: siete tipos de foie-gras en todas sus formas, embutido local, siete tipos de jamón, bogavante asado o a la americana y veinte tipos de marisco, callos guisados, cabeza de ternera, cassoulet, cordero, morcilla con manzana, ternera a la antigua, tuétano a la flor de sal, sepia a la sétoise... En el centro del restaurante hay un asador panorámico donde se cocinan platos al momento frente al cliente. Para casi terminar, hay 45 variedades de quesos para elegir y más de cien tentaciones de postres.
Para acompañar la comida, se puede elegir en la carta una variedad de 70 vinos servidos por copa o botella a precios de bodega. En el restaurante Les Grands Buffets, el festín clásico a la francesa continúa mucho más allá del plato y rinde homenaje al arte tradicional de la mesa de una manera elegante representando un ceremonial de la comida clásica francesa, que se presenta con manteles de calidad, copas, vinos en jarra de cristal, cubiertos de carne y pescado, manteles individuales, servilletas bordadas...
Y un auténtico museo de arte moderno rodeándolo todo. Una experiencia que no hay que perderse y que justifica por sí misma una visita a Narbona.
Carcasona, la mejor fortaleza de Europa
La capital del departamento de Aude es, desde luego, la mejor referencia de lo que representaron los cátaros y tiene, sin duda, una de las fortalezas mejor conservadas de Europa, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Ciudad-fortaleza desde los comienzos de la historia, Carcasona ha visto pasar a lo largo de los siglos a galos, romanos, visigodos, árabes, francos, cátaros, y ahora, miles de turistas de todo el mundo.
Desde la distancia, la contundente masa gris de las Murallas de Carcasona emerge sobre los viñedos afianzando su aspecto de fortaleza inexpugnable. Los muros que rodean la ciudad son, aún hoy, uno de los mejores ejemplos de ingenio militar de todos los tiempos. Las torres rematadas por conos de pizarra negra evocan, de manera inmediata, a los cuentos de hadas, pero la historia de esta imponente plaza fuerte dista mucho del ideal de cuento con final feliz.
Los miles de viajeros que se acercan a esta joya medieval de la región francesa del Languedoc, llegan atraídos por uno de los episodios más violentos y, a la vez, atrayentes, de la historia gala.
Se trata de un siniestro recordatorio de la Cruzada Albigense, el conflicto armado que acabó con los cátaros. Precisamente fue este el escenario del nacimiento de la Inquisición, invento francés que entró en la Península por Aragón aunque sea famosa en el mundo entero bajo el apelativo de española.
La mejor manera de entrar en Carcasona —mejor a primera hora de la mañana, antes de que se llene de turistas– es a través del Puente Viejo, un imponente paso medieval que salva el cauce del río Aude a través de una elegante sucesión de arcadas.
La Cité, como se llama la ciudad intramuros, sufrió muchos desperfectos durante los ataques de la cruzada albigense, en el siglo XIII cuando Simon de Monfort llegó a Carcasona al mando del ejército cruzado enviado por el Papa Inocencio III para combatir la herejía cátara.
El asedio a la ciudadela medieval acabó en 1209, con la toma de la ciudad que quedó casi en ruinas. Pero más tarde fue reconstruida y restaurada por los monarcas franceses, un proceso que se ha ido repitiendo interminablemente desde entonces y que no es del gusto de todos. Lo cierto es que para los estudiosos de las guerras medievales, la Cité es un verdadero paraíso.
Constituye un perfecto ejemplo de los más sofisticados métodos bélicos de la época, con sus veintiséis torres, sus altos torreones, sus aspilleras, y con los aposentos de los condes, un castillo dentro del castillo. La vista que se obtiene en cualquier momento del día –y de la noche porque está muy bien iluminada– de todo el conjunto desde fuera de la ciudad, desde el mismo puente medieval que conecta la ciudad-fortaleza con la moderna Carcasona, es maravillosa.
Pero no todo es arquitectura castrense en Carcasona, y la basílica de Saint Nazaire es prueba de ello. Su interior, bañado por la luz que entra a raudales por los hermosos rosetones de la Virgen y de Cristo, delatan la altura de las naves, los impresionantes vidrieras y la piedra sepulcral bajo la que reposan los restos del no por todos querido en esta tierra, Simon de Monfort.
Y, antes de abandonar la ciudad, vale la pena luna visita a la que todavía se denomina “ciudad nueva”, aunque sea del siglo XIII o bastida de San Luis, en especial su calle principal, la rue George Clemenceau, visitar sus iglesias, entre ellas la catedral de Saint Michel, y llegar hasta el Canal du Midi, también Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
Ruta de castillos y abadías
Tras las grandes ciudades del País Cátaro, llega el turno de los pequeños y no tan pequeños lugares de este ruta. Como fiel reflejo de lo que los cátaros representaron: religión y milicia, han quedado sus huellas en forma de abadías, que resisten bien al tiempo, y castillos en lo alto de auténticos nidos de águila, más cerca del cielo que de la tierra, casi todos en ruinas. Hay una veintena de citas si se quieren conocer a fondo, pero nos limitaremos a la cuarta parte.
Abadía de Fontfroide
A pocos kilómetros de Narbona, la antigua abadía de Fonfroide se oculta en una hondonada de las Corbières. Los edificios, esencialmente de los siglos XII y XIII, lucen el típico estilo cisterciense reconocible por su austeridad, recibiendo la luz a través de bellas vidrieras del XX. El claustro es de una gran elegancia, mientras que la iglesia destaca por combinar su gran tamaño con unas proporciones admirables. Las dependencias monásticas fueron restauradas, adaptadas y en ocasiones añadidas en los siglos XVII y XVIII. Patios floridos, una rosaleda y jardines convierten el conjunto en un lugar con mucho encanto y en una espléndida obra de arte. La abadía es hoy propiedad privada, clave de su perfecto estado de conservación, y se explota como lugar para celebraciones, cenas, eventos y espectáculos... si los cátaros levantaran la cabeza.
El bello Lagrasse
Reconocido como una de los “pueblos más bellos de Francia” un sello que agrupa a más de 150 pueblos de menos de 2.000 habitantes y con un rico patrimonio, Lagrasse está a medio camino entre Narbona y Carcasona. Conserva su encanto medieval con sus casas antiguas, la plaza central, los restos de sus murallas y vibra en torno a una intensa vida cultural y festiva. El puente viejo, de estilo románico, une las dos partes del pueblo y comunica con la abadía benedictina que solo puede ser visitada en parte, ya que, curiosamente, más de 40 monjes viven todavía en ella. Dice la leyenda que Carlomagno pasó por allí camino de la Península Ibérica para combatir a los moros y le concedió una carta en 778 siendo el origen de la abadía de Lagrasse, que llegó a ser una de las más importantes de la Europa medieval. Se pueden apreciar obras del maestro Cabestany.
Peyrepertuse, centinela de piedra
Cruzando las impresionantes gargantas de Galamus se llega a este castillo, denominado con toda justicia la ciudadela del vértigo, tal vez el más impresionante de los viejos castillos cátaros y también el más bello. Casi inaccesible, a 800 metros de altura, Peyrepertuse es el baluarte feudal más vasto de toda la región y el que mejor se conserva, desde su promontorio rocoso domina unos paisajes vírgenes y preservados. Este sitio fortificado, que fue feudo de Guillaume de Peyrepertuse en la época de la cruzada contra los albigenses y un elemento esencial en la defensa del reino de Francia frente a Aragón, muestra en nuestros días sus impresionantes ruinas colgadas. Está declarado Monumento Histórico. Al contrario de otras fortificaciones, no fue asediado, sino que prefirió rendirse al rey de Francia en 1240. Dentro de su doble cerco de murallas, el castillo de San Jordi parece casi una fortaleza dentro de otra fortaleza, con su increíble escalinata tallada en la roca, como suspendida en el vacío.
Quéribus, penúltimo refugio
En pleno corazón del macizo de Les Corbières, cerca del pueblo de Cucugnan, en lo alto de un estrecho pico rocoso, se alza el castillo cátaro de Quéribus. Esta fortaleza medieval, colgada a 728 metros de altitud, es reconocible por su imponente torreón rodeado por tres recintos sucesivos, y parece una prolongación natural de la masa rocosa de la que emerge a viva fuerza. La ciudadela de Quéribus sirvió de refugio para los religiosos cátaros en la cruzada contra los albigenses y fue el último bastión de la resistencia cátara que cayó en manos de los cruzados, en 1255. El paraje de Quéribus, al que se puede acceder en diez minutos por un escarpado camino, ofrece unas vistas espectaculares de Les Corbières, la llanura del Rosellón, el Mediterráneo y los Pirineos desde la terraza de su torreón poligonal. Con su bóveda ojival, la espléndida sala gótica del torreón, la llamada “sala del pilar”, también figura entre los puntos destacados de la visita.
Villerouge Termenes, el último cátaro
La ruta por el País Cátaro toca a su fin, aunque ha quedado mucho por ver en el camino. Para terminarla el sitio más adecuado debe ser Villerouge Termenes, a unos 50 Kilómetros al suroeste de Carcassonne. Situado en el centro del pueblo, la masa del castillo impone respeto, sobre todo por lo bien conservado que está. El pueblo y el castillo están íntimamente ligados al final de la historia del catarismo: en 1321, Guilhem Bélibaste último perfecto cátaro occitano conocido fue quemado vivo. Su muerte significa el final de la religión cátara. Con su quema en la plaza de armas se dio por concluida la cruenta campaña de persecución a la que fueron sometidos los “buenos hombres”, tal como fueron denominados los cátaros. El fantasma de los viejos tiempos puede ser combatido en un ala del castillo donde se encuentra la "Rotisserie médiévale", restaurante que propone una cocina del siglo XIV, único en Europa.
Transporte al destino
Comidas
Pernoctaciones
• Texto: Enrique Sancho • 1/17